miércoles, 15 de marzo de 2017

Antropología de la salud: los niños éticos.

La medicina cura una enfermedad, pero no a un enfermo, es decir, a un hombre inscripto en una trayectoria social e individual”. David Le Breton, antropólogo.
  
... frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, a la angustia y al infortunio social de los pueblos, los microbios como causa de enfermedades son unas pobres causas...” Dr. Ramón Carrillo.


El Dr. Carlos E. García Martínez, decidió estudiar antropología para entender mejor enfermedades de las que nunca le hablaron en la escuela de medicina, pero que sí le hababan en San Felipe de Jesús, situado en el Municipio de Texcoco (México). Allí aprendió otras costumbres y tradiciones, creencias, cosmovisión... en el concepto de salud y enfermedad; en la 'relación' médico-paciente.

"La inquietud de estudiar antropología salió como consecuencia de un choque cultural, que tuvo lugar cuando me mandaron hacer mi servicio social. Es un momento fundamental en la vida de todos los médicos porque enfrentas una realidad social que está en las comunidades distantes.
Fue un gran desconcierto personal cuando me llevaban a consulta muchos padecimientos que jamás había escuchado en la universidad ni en la vida familiar."

"Imagínense la angustia del médico que tiene que consultar padecimientos como "caída de la mollera", "pérdida de la sombra" "niños que están enfermos de susto" o de "empacho", "niños éticos". Yo no sabía de que se trataba. Después lo supe, la etiques es una manera de nominar a una desnutrición severa, pero para mi era angustiante porque le preguntaba a mi enfermera: ¿y cuales son los niños éticos? y ella que me asesoraba me decía "los éticos son como los marláchicos" "¿y cuales son los marláchicos??" "pues como los chípiles"
Eso empezó a generar la preocupación de que los estudios de medicina no eran suficientes para este México nuestro."

"La mayor angustia llegó cuando me llevaron a consulta niños clasoludos, enfermos de clasol. La denominación que sobreviene a los niños menores de un año cuando son tomados en brazos por el padre, después que éste viene de andar con otra mujer." 
 "De entrada el pensamiento que me vino fue el negarlo, dije eso no es posible, uno no puede enfermar de eso y eso no me enseñaron en la universidad. Pero me desconcertó cuando me describieron la sintomatología y yo la veía claramente: eran niños irritables, tenían abundantes legañas (chingiñas decían ellos), pero el tercer diagnóstico era que cruzaban las piernitas "como tijeritas"."

"Era una unidad médica rural, y atendía a 4 o 5 comunidades, y realizaba hasta 40 consultas. La mayoría no eran padecimientos tradicionales, pero sí había un buen número de casos de este tipo."

"Este país es de una diversidad asombrosa, son 62 por lo menos, cosmovisiones diferentes del mundo, de la vida. Yo ya llevaba el virus de la antropología, llevaba mi cuadernito personal con mis propias notas. Me llamó mucho la atención la cantidad de consejas y de diálogos que escuchaba yo a los pacientes y no sólo en comunidades rurales sino en ciudades. Así que escribí el libro: 
"La puericultura y la mitología popular en México" Pretendía analizar desde el punto de vista del médico hospitalario que tanto hay de cierto o no en esos conceptos en los que fuimos criados. ¿Es cierto que si a los niños se paran tiernitos se pandean? ¿Es cierto que si le limpian la baba, se empachan? ¿Las mujeres, si salen durante el eclipse, el niño sale cucho? Logre compilar 50, cuando todavía no era antropólogo. Ahora, lo escribiría de manera diferente, no tan irrespetuoso como fui en aquel tiempo, mi incomprensión me hacía ser irreverente, mordaz."

Ahora lo sabemos, el espanto o el susto tiene ya sus protocolos, están más estudiadas. 

¿Qué le pasó?, se asustó, por eso está enfermo. Si lo dicen así, se ve como una superstición tonta; pero si el médico afirma: “está con stress”, ahí sí lo entiendes. Es un problema de semántica. Hay que usar la palabra correcta, pero en el fondo es lo mismo. Que venga un médico a explicarme cómo funciona el stress, eso tiene tanta dificultad como cuando un curandero me quiere aclarar qué es el susto.” explica otro antropólogo médico, Fernando Cabieses.
Por otro lado, también está el contexto económico-cultural, en múltiples casos la pobreza y el hambre. La antropóloga Nancy Scheper-Hugues, en su libro “La muerte sin llanto”, analiza este punto:

...No quisiera cometer el error de simplemente hacerlos equivalentes [al hambre y a los “nervios”] o sugerir que desnudando las capas culturales que rodean la diagnosis nervos, siempre vamos a encontrar en su base el hambre.” "En el contexto particular que analizamos, la cuestión que nos debemos preguntar es: ¿cómo han llegado estas personas a verse a sí mismas en primer lugar como “nerviosas”, y sólo en un segundo plano como hambrientas?"

"Aunque algunos eran graciosos" admite el Dr. Carlos E. García Martínez, "como que a los niños hay que amarrarles la manos de chiquitos para que de mayores no sean tentones", "que si a los niños les hablan por la espalda, se vuelven bizcos", que si les hacen cosquillas en los pies, se vuelven mudos. Que si a los niños les hablan cuando están dormidos, se vuelven sonámbulos, o que si a los niños les sientan antes de 3 meses "se le caen los cachetes".

Diario de un interno de medicina. Aproximaciones a la educación média y al sistema de salud en Lima, Perú.
Daniel rojas.


Fuente:
https://www.ivoox.com/de-medicina-a-antropologia-de-audios-mp3_rf_1854701_1.html
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-73562010000200002
Nancy Scheper-Hugues, “La muerte sin llanto”
http://www.elortiba.org/carrillo.html
 

miércoles, 8 de marzo de 2017

Sexo/género y raza/etnicidad: biologizando las diferencias sociales.

"Si reconocemos que cada talento humano nos resulta necesario y que no podemos permitimos el lujo de desperdiciar ningún
don a causa de barreras artificiales de sexo o raza o clase o nacionalidad, una de las cosas que debemos saber es si las supuestas diferencias entre los sexos son una mera elaboración establecida sobre una disparidad natural intrascendente con la que podemos enfrentarnos fácilmente en un mundo fértil en invenciones".
Margaret Mead.Male and female. 

A study on the sexes in a changing world.
"Los sistemas sexo/genero y raza/etnicidad son nociones peculiarmente vinculadas al debate naturaleza/cultura

Tanto el sexo como la raza son conceptos que hunden sus raíces en la biología y, por tanto, en la «naturaleza». 
Ambos conceptos pretendían una biologización de las diferencias sociales presentándolas como inmutables y estableciendo la imposibilidad de cambio por razones «naturales». 

En el siglo XIX, consolidada la sociedad de clases, aparece la ilusión de la igualdad de oportunidades y el espejismo de que cada persona es dueña de su destino. Pero si todas y todos somos «iguales», ¿Cómo mantener las desigualdades y el orden establecido? Verena Stolcke sugiere que la naturalización de las desigualdades sociales se revela necesaria para mantener el orden social imperante: 

«Es esta amenaza de contestación del orden establecido lo que provoca a su vez que las desigualdades sociales sean "naturalizadas"» (Stolcke, 1992: 103). 

De esta manera, se justifican las desigualdades económico-sociales en función de la construcción de maquiavélicos razonamientos como creer que los individuos discriminados no aprovechan las oportunidades que la sociedad les ofrece debido a su inferioridad, a deficiencias personales innatas, hereditarias, etc. Como señala Stolcke:  

«Es decir, el culpable es el propio individuo o colectivo, o mejor dicho aún, su dotación biológica, su falta intrínseca de "talento" o de civilización más que el orden socio-económico existente» (Stolcke, 1992: 103). 

En el siglo XX, el holocausto judío ocasionó un aborrecimiento generalizado de las teorias racistas nazis y aceleró la aparición de nuevas categorias de análisis que repudiaban la biología como explicación de las diferencias. Precisamente el término «etnicidad», que pone el acento en la dimensión cultural de las diferencias, fue utilizado por primera vez en 1953 (Stolcke, 1992: 94). 

En la actualidad, la mayor parte de las investigaciones coinciden en afirmar que no existen «razas» en términos exclusivamente biológicos y que, por tanto, la desigualdad y la exclusión social atribuidas a diferencias raciales son construcciones culturales. Hay incluso antropólogos que aspiran a eclipsar del léxico la palabra «raza», apoyándose en la genética y la sociobiologia. Sin embargo, aunque en la gestación del concepto de género probablemente tuvieron un fuerte impacto las nuevas teorías que pretendían acabar con el determinismo biológico como justificación de la inferioridad, el nuevo contenido de la palabra «género», ligado al ámbito de lo «social», no aparece basta los años 80, aunque anteriormente existan trabajos en los que se diferencia el sexo social del sexo biológico.

Una diferencia importante es que la raza se subdivide en varias categorias, permitiendo una mayor variabilidad, mientras que el sexo se presenta como dual, lo que quiza dificulta aún más su deconstrucción. Actualmente, en la mayoría de las corrientes antropológicas, la raza, cuando menos, se debate, si no se niega, mientras que el sexo (y el dimorfismo sexual) apenas se discute como entidad estrictamente biológica y practicamente no se niega; desde luego, no existe ninguna intención de suprimirlo del vocabulario (si exceptuamos la recientísima y minoritaria corriente de antropología queer). 

Esta persistencia nos lleva a preguntamos: ¿Son más necesarias las diferencias de género en las sociedades de clases para el mantenimiento del orden social y, por ello, más difíciles de deconstruir? 

Probablemente, la deconstrucción del sexo sea mucho mas perturbadora que la deconstrucción de la raza."

Aurelia Martín Casares,